Se recostó, agotada, luego de leerle a su
hija por vigésimo quinta vez el cuento de "Las habichuelas mágicas". Dejó el libro sobre la mesita de luz, ya no
le quedaban fuerzas para retornarlo a la biblioteca. Entredormida sintió algunos ruidos, no logró
despertar del todo. Debió hacerlo, tal
vez hubiera logrado impedir que el vaso con agua se derramara sobre el libro
cuando ella, de manera involuntaria, lo golpeó. Ahora ya es tarde, toda su casa
se encuentra a varios miles de metros sobre la tierra y tiene de vecino a un
gigante. Flor está a punto de
despertarse... se coloca las pantuflas apurada, se quedó sin azúcar, tendrá el
vecino...?.
Me encanta que juegues con la imaginación! Muy bueno! Es genial verte crecer y subir, subir y subir y animarte a más. Se nota y los lectores, agradecidos. Besos miles! P/D: Si el vecino no tiene azúcar, pasá por casa, vale? ;-)
ResponderBorrarLe he golpeado la puerta varias veces y no me responde, imagino que dado mi tamaño en comparación con la entrada del esfuerzo no vale la pena, sería como que un mosquito me cantara una nana a una cuadra de distancia... Mejor paso por tu casa! Gracias preciosa, un amor, como siempre.
ResponderBorrarQué original! Me hizo elevarme, elevarme... y luego bajar a buscar azúcar. Qué imaginación! Felicitaciones Marina. Encantador.
ResponderBorrarMuchas gracias, Julie. Es un honor para mí que pases por mi blog.
BorrarCoincido con Bee: Pedile azucar a ella... (chistín), la coincidencia tiene que ver con ese otro crecimiento que también da gusto ver y disfrutar... Abrazo
ResponderBorrarIntento mejorar todos los días, muchas gracias, pá!!!
BorrarEncantador este relato. Me gusto mucho. Te dejo un abrazo.
ResponderBorrarUn abrazo para vos, Renate. Gracias por leer!!!
Borrar